miércoles, 30 de agosto de 2000

El Lugar

Fue el marqués de Beccaria, César Bonesana, el que hiciera con el nombre de su homónimo Julio, el ilustre romano, cosas inauditamente peores de las que Bruto hiciera con César, y con muchos césares por nacer.

Penalista, autor de Ensayo sobre los Delitos y su Castigo (1764) protesta contra la severidad de las penas que se aplicaban al infanticidio y justifica el aborto con palabras que se hicieron célebres entre los de su ralea: “Quien se haya entre la infamia y la muerte de un ser incapaz de sentir, ¿cómo no ha de encontrar preferible ésta a la miseria segura a la que se verían reducidos ella y el infeliz fruto? Sin embargo, no despenaliza el aborto que, desde Enrique II de Francia se castigaba con pena de muerte para la madre y quien le ayudara. Tan solo reduce las penas hasta la insignificancia, como si quisiera castigar solo la fornicación.

Un homicidio es igualmente grave si se comete en el baño, en la sala, en la calle, en la discoteca o en el vientre de su madre. Más grave este último, ya que si su asesinato hoy no le quita lo bailado, sino tan solo lo por bailar; no se necesita ser un genio para darse cuenta de que si lo hubieran muerto en el vientre de su madre hasta lo bailado le habrían quitado. Este hecho difícilmente escapa a un penalista, por tanto, con una tipificación diferente para el delito de aborto no se estaban introduciendo atenuantes, o un tipo distinto de homicidio. Se estaba despenalizando el delito por razón DEL LUGAR. Y peor resulta cuando caemos en cuenta de que se trata de despenalizar el homicidio si la persona se encuentra en donde debe de estar, a menos que usted suponga... ¡que el feto pudiera estar jugando en el boliche! ¡Que debiera despenalizarse el matar a la cocinera en la cocina, el homicidio del mecánico por estar en su taller, Etc.!

Por razón del lugar, los penalistas de su ralea harían del vientre de una mujer EL LUGAR donde se podría asesinar impunemente, torturar de la manera más espantosa al embrión, al feto, sin penalización adecuada. EL LUGAR a violar por sádicos en contubernio con los promotores de la pornografía. Ha quedado en claro ante los ojos del mundo que no pretenden acabar con los violadores, muchos de ellos pobres enfermos mentales que producen en cantidades industriales “tolerando” la pornografía. ¡Quieren más violadores para torturar y asesinar más personas en sus etapas embrionaria y fetal! Esto es, lo que estando detrás de todo, es ya indiscutible.

Pretender que un embrión o un feto sean incapaces de sentir es una estupidez. Del cigoto inicial (unión del óvulo y el espermatozoide), dos células, se pasa al más de un millón de millones de células que tiene un recién nacido con órganos perfectamente diferenciados que subsisten en el hombre maduro. Prodigio que rebasa toda ciencia. Este prodigio de organización en desarrollo acelerado ¿puede darse sin sensibilidad? Su interrupción ¿sin dolor? Su afán de ser, contrariado, violentado, ¿sin mayor violencia que la muerte de un adulto? ¿Acaso una colisión entre dos jets a velocidad ultrasónica puede ser menos violenta que la que se da entre dos ciclistas en una esquina? Esa insensibilidad la proclaman insensatamente los que niegan, en su pedante ignorancia, el prodigio de la vida naciente hasta empeñarse en destruirla.

Dicen que no sufre cuando una solución salina lo quema tres horas hasta provocarle la muerte. ¡Que a usted lo metieran en sosa cáustica o en cal viva de tal manera graduada que tomara en morir el mismo tiempo! Dicen que no sufre cuando lo despedazan. ¡Vaya bestias, discípulos de Beccaria! ¡EL LUGAR!

Solo el odio de Satanás al hombre, su sadismo desbordante pueden haber conducido a hacer del vientre de una mujer, cuna de todo el género humano un apartado, EL LUGAR para que el odio químicamente puro del Diablo pudiera salir temporalmente triunfante. Es un odio acrecentado por la Encarnación del Verbo en María. Es el odio desatado del mal que se sabe vencido. ¡Y dicen que el feto no sufre. Lo mismo dicen los rabinos a sus víctimas, que Jesucristo no sufrió, engaño vil para separar al Mesías doliente del libro de Isaías del Mártir del Calvario. ¡Satanás no combate a Satanás! Ese monumento histórico que es el evangelio y la Sábana Santa atestiguan lo contrario, el dolor supremo conocido tan solo por los médicos como Pierre Barbet y los médicos de Lyon, por algunos privilegiados, como Pío XII quien siendo aún Cardenal palideció ante la exposición de los médicos de Lyon: “¡Nunca imaginamos que hubiera sufrido tanto!” dijo el futuro Pío XII, y asintieron los cardenales que lo acompañaban.

Los embates contra la vida humana no los reducen el Diablo y sus partidarios, al vientre materno. Así, vientre que no sea violado a lo bestia no lo quiere el Diablo tocado, de ahí su énfasis en promover la homosexualidad, a los homosexuales que se quieren imagen y semejanza del Diablo. Dice Jesucristo a las autoridades judías del Templo: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Este era homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él; cuando dice la mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira.” (Juan, 8:44) En los únicos en los que no hay verdad alguna, al grado de no poder reconocer ni su propio sexo, ni el ajeno, es en los homosexuales.

La de Beccaria fue una generación de partidarios del Diablo. Se hacían llamar “iluminados”, “los filósofos”, “enciclopedistas”. Pretendían ser “La Ilustración”. Jamás aportaron nada a la filosofía. Eran “libelistas”, propagandistas baratos de ideas ajenas. Rousseau propagaba algo tan viejo como el Corán de Mahoma: La negación del pecado original para la afirmación del hombre naturalmente bueno, nacido bueno, sin malas inclinaciones. Pero jamás confesó su piratería intelectual. Se hubiera visto ridículo como mahometano francés. Voltaire, Diderot, Montesquieu... Más franceses, sátira irreverente sin aportación positiva alguna. Pero no fueron los franceses, fueron un italiano y un inglés, Beccaria y Malthus, contemporáneos suyos, los más venenosos para a vida del hombre. A Malthus sus contemporáneos lo apodaban Satanás, pero Satanás rondaba Europa, fruto de la primera gran consolidación masónica de 1717.

Si con sus patas hollaba Inglaterra en la persona de Malthus que quería impedir que se asistiera a los pobres para que no se reprodujeran; si con su vientre glotón asistía a esos burgueses en Francia para difundir la sátira irreverente, sus cuernos fundaban EL LUGAR jurídicamente hablando por la imbecilidad del marqués de Beccaria en Italia. Pero lo asnal termina por desplomarse, y el Diablo bien analizado, ¡está peor que el burro! ¿Quién hay como Dios?

Blogged 20/12/06